El Coronavirus cambió radicalmente las actividades del ser humano, nos mostró que no estábamos preparados para una pandemia y puso un repentino freno al comercio de nuestras ciudades, tanto en el rubro productivo como el de servicios, debido a la suspensión de una serie de actividades que requerían del recurso humano en forma presencial. Específicamente para la industria de la seguridad privada que, hasta el día de hoy se ve afectada.
Centros comerciales, escuelas, oficinas y pequeños negocios se han visto obligados a cerrar sus puertas, prescindieron o limitaron la contratación de elementos de vigilancia y seguridad privada, debido a que, por los efectos mismos de las restricciones sanitarias, como baja afluencia y reducción masiva de sus ventas, se hace insostenible para las empresas el pago de un servicio de este tipo.
Sin embargo, ante la aparición de nuevas oportunidades de negocio y rubros como el de transporte, que no pueden ni deben detenerse, ha aumentado la demanda de vigilancia, este leve aumento en la solicitud de parte de sectores que antes no requerían de dotaciones importantes de personal de seguridad, indica el camino de lo que pueden ser las oportunidades que marquen la pauta para el futuro de la seguridad privada, y este panorama vislumbra una era digital y tecnológica.
Este fuerte impacto sobre las economías globales ha derivado un crecimiento como nunca en el campo de la tecnología. La informática y las comunicaciones digitales han brindado herramientas y plataformas diversas para dar continuidad a una serie de actividades sociales y económicas sin exigir presencialidad, garantizando así el cumplimiento de las restricciones sanitarias.
Todo el panorama mundial apunta que para la industria de la seguridad privada la irrupción masiva de las nuevas tecnologías en medio de la pandemia es totalmente indispensable si se quiere permanecer en el mercado.
Cada empresa de seguridad privada ya bien sea que cuente con una plantilla de 50 elementos o un corporativo transnacional, se verá en la necesidad de abrazar de lleno la tendencia al alza de la vigilancia electrónica, sistemas de detección contra intrusión, control biométrico de accesos, reconocimiento electrónico de individuos, sistemas avanzados de geolocalización y hasta la implementación masiva de nuevos dispositivos como drones para rondines de vigilancia. Además de incursionar en un área que será indudablemente un gran mercado en la era postpandemia: la ciberseguridad, que con la implementación de home office por empresas e instituciones, ha adquirido una relevancia enorme. Hasta antes de la adopción del teletrabajo las organizaciones, en general, no ponían mayor atención a aspectos de prevención y seguridad en este ámbito.
Los escenarios más fatalistas predicen que esta implementación de la tecnología en la industria de la seguridad tendrá un alto impacto negativo sobre el empleo, sin embargo, desde mi perspectiva profesional vislumbro surgir otra oportunidad, la creación de empresas de capacitación en tecnologías de la información.
Ya que en la medida que las tareas más rutinarias de la vigilancia tradicional sean asumidas por las nuevas tecnologías, emerge un nuevo campo donde se intensifican tareas de fabricación, programación, desarrollo, gestión, implementación, mantenimiento, reparación y control de estas. Para ello se requerirán de trabajadores cualificados, nuevas carreras universitarias, especialidades y certificaciones.
Para los expertos en seguridad privada, el aprender a vivir en medio de una pandemia, nos ha llevado a demostrar la importancia de esta industria como trabajo esencial para la actividad comercial y social.
El futuro nos ha alcanzado y el concepto de seguridad se ha amalgamado con la tecnología. Toda empresa de este sector que acepte trascender a la era digital demostrará estar a la altura de los desafíos futuros.
Por: Mtro. William Velázquez Valenzuela | director de T.I. Seguridad Privada Gorat